jueves, 18 de septiembre de 2008

La Nueva Esclavitud

Este es un texto que traduje hace un par de años para su publicación en Picnic.

Mientras que a menudo se plantea que la condicón global está ahora "mejor que nunca"--como si por una suerte de inercia evolutiva--, la evidencia señala lo contrario. He aquí un dato perturbador que seguro habrá de incitar a reflexionar, y actuar: hoy en día hay más esclavitud en el mundo que en cualquier otro punto de la historia.

Procuremos continuar generando espacio para desmantelar la sofocante lógica del protocolo que rige estos tiempos, con su mandato de que "la historia ha terminado" y sólo queda afinar tuercas y pulir esquinas y amplificr el cinismo.

La imagen viene de un artículo que salió en National Geographic sobre la esclavitud en el siglo 21. http://ngm.nationalgeographic.com/ngm/0309/feature1/




De la Introducción de Disposable People: New Slavery in the Global Economy
Kevin Bales, (University of California Press: California 1999) pp.1-6.

La Nueva Esclavitud


En el verano, el campo en Francia le hace honor a su reputación. Sentados afuera, en un pequeño pueblo a unas cien millas de Paris, la brisa trae consigo el aroma a manzanas de un huerto vecino. He venido aquí para conocer a Seba, una joven recientemente liberada de la esclavitud. Ella es una mujer bella y animada, de unos veintidós años; sin embargo, al contarme su historia, se retrae, fumando furiosamente, temblando, y luego vienen las lagrimas.

Yo crecí con mi abuela en Mali, y siendo aún una niña, vino a visitarnos una conocida de la familia. La mujer le preguntó a mi abuela si podría llevarme con ella a Paris para que yo cuidara de sus hijos. Le aseguro a mi abuela que ella se encargaría de inscribirme en una escuela, y que aprendería francés. Cuando llegue a Paris no me enviaron a ninguna escuela; me pusieron a trabajar todo el día. Yo hacía todas las labores de la casa; limpiaba, cocinaba las comidas, cuidaba a los niños, y bañaba y alimentaba al bebé. Comenzaba a trabajar a las 7AM todos los días y terminaba por ahí de las 11PM; no tuve ni un día libre. Mi patrona no hacía nada; dormía hasta tarde y luego miraba la televisión o a veces salía.

Un día le dije que yo quería ir a la escuela. Me contestó que ella no me había traído a Francia para que fuera a la escuela, sino para que cuidara a sus hijos. Estaba cansada y en muy malas condiciones. Mis dientes se encontraban deteriorados; a ratos se me inflamaba el cachete y el dolor era insoportable. Frecuentemente tenía fuertes dolores de estomago; pero aunque estuviera enferma tenía que trabajar. A veces el dolor me hacía llorar, pero la patrona sólo me gritaba.

Dormía en el piso de una de las habitaciones de los niños; mi comida era lo que ellos dejaban en sus platos. No me estaba permitido tomar alimentos del refrigerador. Si tomaba comida del refrigerador me golpeaba. Ella me golpeaba a menudo. Me soltaba cachetadas todo el tiempo. Me daban golpizas con la escoba, con utensilios de la cocina, o me daba latigazos con un cable eléctrico. En algunas ocasiones hacía que sangrara; hasta la fecha tengo marcas en el cuerpo.

Una vez en 1992 se me hizo tarde para recoger a los niños de la escuela; la patrona y su esposo estaban furiosos y tras darme una paliza me echaron a la calle. No tenía a donde ir; no entendía nada, vagué sin rumbo por las calles. En poco tiempo su marido me encontró y me llevo de vuelta a la casa. Una vez ahí me desnudaron, amarraron mis manos detrás de mi espalda, y comenzaron a latiguearme con un alambre atado a una escoba. Ambos me pegaban al mismo tiempo. Luego ella me froto un chile picante en las heridas y me lo insertó en la vagina. Caí inconsciente.

Pasado un largo rato uno de los niños me encontró y me desató. Estuve en el piso, justo como me dejaron, por varios días. El dolor era terrible y nadie trató mis heridas. Cuando por fin pude incorporarme tuve que comenzar a trabajar inmediatamente, pero después de esto siempre me dejaban encerrada en el apartamento. Continuaron las golpizas.

Seba fue finalmente liberada cuando un vecino, tras oír el abuso y las golpizas, logró hablar con ella. Al ver las cicatrices y heridas, el vecino llamo a la policía y al Comité Francés Contra la Esclavitud Moderna (CCEM), quienes abrieron el caso y llevaron a Seba bajo su custodia. Los exámenes médicos confirmaron que ella había sido torturada.

Hoy en día Seba recibe las atenciones necesarias, viviendo con una familia voluntaria. Recibe terapia y está aprendiendo a leer y escribir. La recuperación tomará años, pero ella es una joven con mucha fuerza y determinación. Lo que más me asombró fue lo lejos que Seba está de sanar por completo. Mientras charlábamos me fue aparente que a pesar de sus veintidós años de edad y de su aguda inteligencia, el entendimiento del mundo que ella tiene es aún menos desarrollado que el de un niño promedio de cinco años. Por ejemplo, antes de ser liberada ella no tenía noción de lo que es el tiempo –no sabia lo que son las semanas, los meses, los años. Para Seba sólo había una inagotable ronda de trabajar y dormir. Ella sabía que había días calientes y días fríos, pero nunca había aprendido que hay estaciones que siguen un patrón. Si alguna vez supo la fecha de su cumpleaños, lo había olvidado, y no sabía su edad. La idea de “elegir” aún la abruma. Su familia voluntaria trata de ayudarla a tomar sus decisiones, pero ella todavía no lo comprende del todo.

Si el caso de Seba fuera único, eso en sí ya sería impactante, pero Seba es una de quizás 3,000 esclavas/os domésticas/os en Paris. Ni es este tipo de esclavitud exclusiva a esta ciudad. En Londres, Nueva York, Zurich, Los Ángeles, en todo el mundo, niños y niñas son brutalizados diariamente como esclavos domésticos. Y son sólo un pequeño grupo de los esclavos que hay en el planeta.

La esclavitud no es un horror consignado al pasado; continúa existiendo en todo el planeta, inclusive en países desarrollados como Francia y los Estados Unidos. En el mundo entero esclavos trabajan y sudan, y construyen y sufren. Esclavos en Pakistán hicieron los zapatos que estás usando y la alfombra en la que estás parado. Esclavos en el Caribe quizás cosecharon la azúcar que llega a tu mesa, e hicieron los juguetes con los que juegan tus hijos. En India pudieron haber hilvanado la camisa que cubre tu espalda, y pudieron ser ellos quienes le dieron ese brillo al anillo que llevas puesto. No reciben ni un centavo. Nada.

Los esclavos también tocan tu vida indirectamente. Ellos forjaron los ladrillos para la fábrica donde se hizo el televisor que miras. En Brasil, esclavos hicieron el carbón con el cual se calentó el acero con que se fabrican los resortes de tu coche y la navaja de tu podadora. Esclavos cosecharon el arroz que alimentó a la mujer que hiló esa linda tela que colgaste encima de tus cortinas. Tu portafolio de inversiones y tu fondo de pensión tienen acciones en compañías que usan la labor de esclavos en países en vías de desarrollo. La esclavitud mantiene bajos tus costos y altas tus ganancias.

La esclavitud es un negocio que está en auge, y el número de esclavos en el mundo está creciendo constantemente. Las personas se enriquecen usando esclavos. Y cuando han terminado con sus esclavos, se deshacen de ellos. Esta es la nueva esclavitud, cuyo enfoque son las grandes ganancias y las vidas baratas. Ya no se trata de ser dueños de otra persona, en el sentido tradicional de la antigua esclavitud, sino de controlarlos por completo. Las personas se vuelven en utensilios, para hacer dinero. Se vuelven totalmente desechables.

En más de diez ocasiones desperté temprano en la mañana para encontrarme con el cuerpo de una niña flotando en el agua cerca de la barca. Nadie se ocupaba ni siquiera de enterrar a las niñas. Sólo arrojaban sus cuerpos al río para ser devorados por los peces.[i]

Este fue (y es) el destino de muchas niñas esclavizadas como prostitutas en los pueblos mineros del Amazonas, explicaba Antonia Pinto -quien trabajaba ahí como cocinera y enfermera. Mientras el primer mundo se queja de la destrucción de la selva, pocas personas se dan cuenta de que se utiliza el trabajo de esclavos para destruirla. Con el cuento de que harán grandes fortunas con oro en polvo, se atrae a miles de hombres a esa región, y niñas, hasta de once años de edad, son prometidas trabajo en oficinas y restaurantes que sirven a los mineros. Cuando llegan a las remotas áreas mineras, los hombres son encerrados y se les obliga a trabajar en las minas; las niñas son golpeadas, violadas, y forzadas a trabajar como prostitutas. A los “reclutadores” se les paga una pequeña suma por cada cuerpo, quizás unos $150. Los “reclutas” se han convertido en esclavos –no por medio de la propiedad legal, sino a través de la autoridad final de la violencia. La policía local ayuda a controlar a los esclavos. Como nos contó una joven mujer, “Aquí los dueños del burdel envían a la policía a lastimarnos…si huimos van tras nosotras, si nos encuentran nos matan, y si no nos matan nos apalean todo el camino de regreso al burdel.”[ii]

Estos burdeles son increíblemente lucrativos. Una niña que “costó” $150 puede ser vendida hasta diez veces en una noche y generar ingresos para el burdel hasta de $10,000 al mes. Los únicos gastos son los sobornos para la policía y una miseria para la comida de las niñas. Si una pequeña causa problemas, intenta huir, o se enferma, es fácil deshacerse de ella y reemplazarla. Antonia Pinto describió lo que le ocurrió a una niña de once años quien se rehusó a tener sexo con un minero: “Después de decapitarla con su machete, el minero anduvo en su lancha, por todo el río, enseñando la cabeza a los otros mineros, quienes aplaudían y gritaba eufóricos con aprobación.”[iii]

Tal como muestra la historia de estas niñas, la esclavitud, contrario de lo que muchos creíamos, no ha terminado. La palabra esclavitud continúa siendo utilizada para significar todo tipo de cosas,[iv] y demasiado a menudo ha sido aplicada como metáfora. Tener justo el dinero suficiente para sobrevivir, recibir un salario que apenas te mantiene vivo, puede ser llamado esclavitud salarial, pero no es esclavitud. Los campesinos viven una vida dura, pero no son esclavos. Que haya niños trabajando en fábricas es terrible, pero no necesariamente es esclavitud.

Podremos pensar que la esclavitud tiene que ver con la posesión, pero eso depende con lo que queramos decir por posesión. En el pasado, esclavitud suponía que alguien era dueño de otra persona, pero la esclavitud moderna es diferente. Hoy en día la esclavitud ilegal está en todas partes, con todo y que ya no es constitucional que un ser humano sea la propiedad de otro. Ahora cuando alguien compra un esclavo, no piden un recibo o papeles de titulo, pero sí establecen control –y utilizan la violencia para mantener este control. Actualmente cuando alguien tiene esclavos, conserva todos los beneficios sin tener que lidiar con las legalidades. De hecho no ser dueño legal es para su ventaja, ya que así obtienen el control absoluto de esa persona sin tener que asumir las responsabilidades. Por está razón uso el termino tener esclavos en vez de poseer esclavos. A pesar de las diferencias entre la nueva y la vieja esclavitud, creo que todos estamos de acuerdo que a lo que me refiero es, sin duda, esclavitud: el control total sobre una persona por parte de otra con el propósito de explotarlos económicamente. La esclavitud moderna se esconde tras varias mascaras, usando abogados ingeniosos y cortinas de humo legales; pero cuando la despojamos de sus mentiras, nos encontramos con alguien siendo controlado por medio de violencia, y privado de cualquier libertad personal, para a fin de cuentas hacerle dinero a otro(s). Viajando por el mundo, estudiando la nueva esclavitud, miré detrás de las mascaras legales y lo que vi fueron

[i] Alison Sutton citada en Slavery in Brazil: A Link in the Chain of Modernisation (London: Anti-Slavery International, 1994) p.102.
[ii] Proveniente de una carta entregada a investigadores de SEICOM (Secretaria de Industria, Comercio e Mineracao do Estado do Para), publicado en 1992 en, As Mulheres do Ouro: A Forca da Trabalho Femenino nos Garimpos do Tapajos (Las Mujeres de Oro: La Fuerza Laboral Femenina en los Garimpos de Tapajos), de Rita Maria Rodrigues. (Belem: SEICOM, 1992), Citado por Sutton en Slavery in Brazil, p.97.
[iii] Citado por Sue Bradford, “Brazilian Congreso Tells of Half-Million Child Prostitutes,” Guardian, 29 Junio 1993, p.12.
[iv]

Kevin Bales es director de Free the Slaves, Washington DC, (http://www.freetheslaves.net/) y profesor de sociología en la Universidad de Surrey Rehampton en Inglaterra. Es el más reconocido experto mundial en lo que concierne a esclavitud contemporánea.